Ellas

Sin ellas el trabajo sería otra cosa

Empecé muy joven, prácticamente en mi pubertad. Enseguida me enamoré de ella: era muy bonita, con su forma, su estilo. Era fina, pequeña y de Alemania…

Al principio me superaba, pero, poco a poco, di mis primeros pasos junto a ella y aprendí rápido a manejarla. Siempre pensé que la había llegado a dominar, imberbe de mí, no me daba cuenta que todavía ella podía conmigo…

Un día, de repente, todavía me pregunto y no sé por qué, dejó de funcionar bien. Enseguida la cambié por una nueva y española, del país, más grande y moderna. Al principio, la ilusión de la novedad me motivaba más, parecía una unión perfecta. Sin embargo, nunca me hizo olvidar a la pequeña, a la primera; esta segunda poco duró.

Probé con dos a la vez: una más grande que la otra, para usarlas cuando más me conviniera. La chica, más manejable y utilizada; la otra, para todo lo demás… Así anduve muchos años, compartiendo con dos a la vez. Cambié varias veces de nacionalidades y de características, incluso formé tríos perfectos con alguna dentada.

Mi última pareja también es alemana, de la misma ciudad que mi primer amor

Con los años tuve muchas. Pero, mi última pareja (y digo pareja, promiscuo de mí, porque ahora solo ando con una) no es ni grande ni pequeña: intermedia más bien. Así me sustituye dos tan diferentes, realizando con ella todo lo que se me pueda imaginar o lo que me dejen.

También es alemana, como mi primer amor, solo que un poquito más grande. Y, eso sí, muchísimo más bonita y estilosa. Curiosamente, nacieron en la misma y pintoresca ciudad de Solingen, que pese a la transformación industrial de los últimos sesenta años, aún conserva intacto su centro histórico medieval.

Es una ciudad donde, cuenta la leyenda, las propiedades de las aguas de su río Wupper son muy beneficiosas para el temple de todas las nacidas allí. Esto es algo que puedo confirmar, ya que el temple de mi última pareja es sensacional. Eso sí: la misma leyenda existe sobre el río Tajo a su paso por Toledo.

Su familia tiene historia, hasta los libros hablan de ella.  A la Edad de Bronce nos tendríamos que remontar para encontrar sus primeros antepasados. Sus ojos no se conocen hasta el siglo XIV, tal como hoy son, con los mismos ojos… Esos ojos que me enamoraron. Así son Ellas, mis tijeras…

Facebook
WhatsApp
Twitter
LinkedIn
Sobre el Autor
@

Lo último en Adictos

Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros para ofrecerle una mejor experiencia de usuario y obtener datos estadísticos de navegación de los usuarios.  Para más información vea la Política de cookies