La buena formación

La necesidad de formarnos en algo más que en peluquería

El otro día en las redes sociales pude ver la evolución del “polémico post” de un referente de la formación de nuestro país como es Miguel Griñó. En él, exponía lo triste y decepcionado que se sentía por la respuesta de muchos profesionales al preguntarle sobre la utilidad de un curso de diseño y dibujo.

Este post y el tema tratado entroncan, directamente, con la gran carencia de una mayoría de los profesionales del sector y por ende de la sociedad misma. Esta carencia es la cultura: la cultura entendida como riqueza personal de conocimientos propios y compartidos con los individuos de iguales inquietudes.

La cultura peluquera comprende, en su fundamento, los conocimientos técnicos que nos permiten desarrollar nuestra actividad diaria con mayor o menor fortuna. Pero, más allá de esta base, cualquier otro conocimiento lo que hace es influir y enriquecer al individuo. De esta manera, también a cualquier actividad que desarrolle, incluida la profesional, claro está.

La mayoría de los exponentes intelectuales de nuestra profesión, aquellos que merecidamente mentamos como maestros, mantienen sus particulares (y generalmente incomprendidas) batallas en diferentes frentes.

Los conocimientos de arte (empezando por pintura y escultura, pero también música, danza y cualquier otra disciplina creativa), historia o moda en su más amplia acepción no harán más que sumar. Diferencian a un individuo de otro, proporcionan otros puntos de vista y concepciones de una cuestión en concreto; ya sea un peinado, un corte, un estilismo o la elección de una lavacabezas o decoración para nuestro salón, el mejor salón del mundo sin duda alguna.

La importancia de encontrar ese plus para el profesional de la peluquería

Todos y cada uno de nuestros pasos como individuos únicos vienen condicionados, sobre todo, por nuestros conocimientos e inquietudes. Así que, es fundamental plantearnos cómo definimos y con qué contenidos el plan de formación que, inevitablemente, tendremos que seguir durante nuestra vida laboral (como mínimo).

Seguro que las cuestiones técnicas de peluquería son conocimientos que debemos mantener al día y convenientemente refrescados en todo momento.

Sin embargo, lo fundamental para ir más allá y crecer tanto personal como profesionalmente son aquellos conocimientos aparentemente foráneos. Son el sello distintivo que aportará ese plus de frescura, de innovación.

Esa suma de los “conocimientos peluqueros” y de la personalidad de cada uno configura el “sello personal” con el que timbramos todos y cada uno de nuestros trabajos. Supongo que ahí se encuentra la diferencia entre los que trabajan en peluquería para comer y aquellos que se sumergen en esta profesión y la adoptan como forma de vida, como elemento sin el que no puedan concebir su día a día.

Veámoslo con un ejemplo clarificador. Ante un mismo trabajo, si se enfrentan 2 profesionales con exactamente iguales conocimientos técnicos, iguales características físicas y mentales, iguales herramientas, igual entorno laboral…

¿A quién elegirías para que te realizara el trabajo sabiendo que uno de ellos, además, tiene profundos conocimientos sobre el origen histórico del corte que te va a realizar?¿O que es capaz de dibujarte delante de ti un esquema de las formas del corte que te realizará?

Ambos individuos eres tú: la diferencia la marca la formación.

Estamos en la era de la información. La calidad ya no es un trazo diferencial: es un requisito mínimo. A partir de ahí, lo mejor, la excelencia, la marcan los detalles, los añadidos.

¿Acaso no nos merecemos ser la mejor versión de nosotros mismos que podamos alcanzar?

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