La inspiración (III)

 

En compañía con la inspiración

Llevo más de media vida buscando la inspiración. Buscándome a mí. Buscando algo que me aporte, que me llene, que me haga vibrar continuamente.

Pues bien: hace ya mucho tiempo tomé conciencia de que no he de buscar nada, que no es un estado perpetuo de bienestar o malestar. Que yo la canalizo, la filtro y la devuelvo al mundo con mis palabras, con mis miradas, con mis análisis, con mi retrospección y con todo lo que soy. Que da igual cómo sea tu vida: la inspiración se adapta a ti y a tu forma de vivirla.

Si es frenética y acelerada, se cuela entre los segundos que pasan a toda prisa para formar parte de tu ataque de nervios y ayudar en esos momentos de soluciones inmediatas o te susurra durante el pequeño lapsus de relax dentro del caos cotidiano.

Si, por el contrario, tu vida es tranquila y pausada, se entremezcla entre el sonido del viento que balancea tus cabellos. Se acurruca a ti entre la mantita cuando te dejas caer en el sillón y las persianitas de tus ojos no aguantan la dulzura del sueño después de comer.

La inspiración se manifiesta en forma de frase ocurrente en un momento inesperado sin lápiz ni papel. Te asalta inesperadamente, paralizándote en medio de la calle mientras observas perplejo una valla publicitaria, un muro de televisiones con la misma imagen repetida por 50, moviéndose todas al unísono, con tus pies clavados frente al cristal. Una melodía, un silbido, un perro que ladra, una moto que ruge sorprendiéndote.

La inspiración nunca nos deja solos: esto es prueba de ello

Si por un momento pensáramos que no la tenemos, nuestro pensamiento individual interior, el procesador que llevamos dentro, nos haría comportarnos de otra manera. No tengo ni la menor duda.

Ella nunca nos deja solos, nos persigue constantemente, por mucho que corramos o nos vayamos. Esto que escribo es prueba de ello. Esto es así porque tengo un momento de tiempo en esta locura de vida que llevo.

Ella me empuja a coger mi pluma y escribir incesantemente pidiéndome más. Noto las pequeñas cosquillas en el interior de mi oído al susurro de su aliento. Las ideas fluyen por mi cabeza a toda velocidad, tropezándose entre sí, dando lugar a otras nuevas, negándome la posibilidad de plasmarlas todas, perdiéndose letras y palabras en el universo oscuro de mi cabeza. Por siempre.

Nervioso, excitado e incluso asustado por no poder recoger todo ese flujo de palabras que se ordenan y evolucionan ante mí, sin posibilidad de guardarlas de una forma coherente. Quizá algún día vuelva a recuperar algunas de ellas cuando pasen por delante de mi consciencia y pueda recogerlas para siempre sobre un papel.

Quizá no ocurra jamás. Así pasa mi vida, así me he acostumbrado a vivirla o así me doy cuenta de que es mi realidad. Acostumbrado, o no, estoy a merced de sus caprichos. Y no voy a hacer nada por cambiarlo.

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