Lisboa a vista de paseo
Casi nunca dispongo de tiempo para visitar los sitios a los que viajamos trabajando.
Cuando lo hacemos, nuestros anfitriones nos muestran lo mejor de cada ciudad, de la mejor manera. Inmejorable.
Pero en Lisboa me he permitido mi micro-aventura, perderme por sus calles sin rumbo conocido y sin buscar nada, sin expectativa previa ni prejuicio, desde el desconocimiento absoluto. Para mi era Lisboa desconocida.
En este par de largos paseos tampoco es que haya conocido casi nada. Tan solo suficiente para convertirme en un añorado de sus calles y gentes. Del volver a sincronizar mi ritmo al suyo, ese ritmo lento de cuando los humanos nos comportábamos como tales.
Esa dulce melancolía que te hace canturrear canciones de letras profundas o silbar en calles silenciosas, casi dormidas.
En unas pocas horas casi me devuelve la paz de espíritu, al menos me ha mostrado un minúsculo rayo en el que intuirla.
Mil y un rincones una y otra vez diferentes, a cada paso, en cada nueva bocacalle.
No diremos enamorado, el amor tiene su tempo, ha sido tan solo un flechazo. Da igual, sé que volveré a ralentizar mi vida loca por sus calles y volveré a experimentar lo que era aquella vida que nos hemos dejado arrebatar en pos de, vete a saber que.
Como no existe una sola realidad, hay una Lisboa unipersonal e intransferible.
He conocido un poco de la mía y como dice un amigo: ‘Me ha encantao’…