Como profesional me identifico como una aprendiz eterna, escogí este oficio precisamente por entender que siempre estamos aprendiendo y ese reto me mantiene viva.
Siempre quise tener mi propio espacio y lo de ser empresaria es algo que me ha llevado a abrir Shave the Sailor y ahora a su hermano pequeño Kremlin Kulture, de nuevo vuelvo a sentirme aprendiz, ya que gestionar negocios es nuevo para mi.
Así que lo hago desde la humildad del que tiene que mejorar día a día y fijándome en las personas con experiencia de las que aprendo siempre.
Creo que necesitamos, como sector, darle mayor importancia a la gestión empresarial y que seas consciente, desde que empiezas en el oficio, de los pequeños detalles de los que dependen tu sueldo.
En ocasiones he tenido conversaciones con compañeros y da la sensación de hablar con una ONG y no con una empresa que tiene que facturar para rentabilizar la inversión y sacar beneficio, colaboradores que prefieren no vender pues el beneficio de su trabajo se lo lleva el jefe. Pensamientos que restan y que impiden la sostenibilidad de un negocio.
Nuestro oficio tiene un corazón artista pero necesita un cerebro empresario, ha sobrevivido a multitud de crisis y lo hará con esta, no sin dejarse a muchos en el camino, duele ver a trabajadores buenos en malas condiciones laborales y a buenos empresarios que han tenido mala suerte con sus colaboradores.
Porque al final pagan justos por pecadores, siempre he bromeado con lo necesario de tener un tinder para el sector y encontrar así tu match perfecto.
El problema de nuestro sector es como un cancerbero, múltiples cabezas que nos dificultan la existencia, pero la prioritaria es la de llegar a cobrar justamente por lo que hacemos, profesionalizarnos para poder dar ese salto cualitativo que tanta falta nos hace.
Este siglo nos ha traído una revolución en forma de internet y redes sociales que de nuevo nos obliga a estudiar y a reinventarnos constantemente.
Lloramos por tiempos pasados pero no entendemos que los hábitos de consumo cambian a una rapidez nunca vista y necesitamos aprovecharnos de ello.
La nostalgia nos impide ver el futuro y adelantarnos a ello, al igual que la mala gestión de las redes, que lejos de utilizarlas en pro de la mejora del sector acaba como campo de batalla de egos mal entendidos.
Hoy no es suficiente el conocimiento técnico, podemos buscar formación y contratar la ayuda de expertos en las áreas en las que cojeamos y así impulsar nuestros negocios.
Esta pandemia nos ha puesto en jaque y depende de nuestra capacidad de resolución de problemas el que podamos sobrevivirla.
Nosotros utilizamos las redes sociales como una vía de comunicación e interacción, nos apoyamos en nuestra profesionalidad y en las experiencias que hemos creado para poder transmitir que somos algo más que un corte de pelo y no perdemos de vista las necesidades de nuestros clientes, invertimos más en fidelizar que en captar clientes nuevos.
Nuestro foco es la experiencia y la fidelización.
Creo que el futuro pasa por aportar valor al servicio y alejarlo del trato superfluo, se trata de construir relaciones nutritivas en las que el foco son las necesidades reales de nuestros clientes y convertirnos en asesores, facilitadores y solucionadores de nuestros clientes.
Somos expertos en cabello, en imagen y tenemos información útil y necesaria para ellos, ese es el pilar que nos diferencia de una dependienta de supermercado.
Quizás haber dejado en manos de las marcas nuestra formación durante tantos años, habernos centrado en vender productos y marcas y no nuestra profesionalidad es el coste que ahora estamos pagando y la situación a la que debemos darle la vuelta ya que las marcas tienen que pagar dinero para tener un stand en El Corte Inglés.
¿Porque no pagan por tener un espacio en nuestros salones por ejemplo?
Deseo de corazón que consigamos ganarnos el respeto de la sociedad y que nuestro futuro sea totalmente diferente, donde los salones son rentables y los trabajadores ganan buenos sueldos para que todos vivamos mejor.
