Tiempo de cambios profundos

Resiliencia y empatía. ¿Qué nos queda de humanos?

En estos cincuenta días de cuarentena, las redes sociales han sido, posiblemente, el fórum dónde tomar el pulso del enrarecido sector.

Enrarecido por la artificiosa inactividad profesional, por la actividad de los bots-trolls sembradores de ponzoña, creadores de fake-informados.

Por la ‘obligación’ de seguir, en muchos casos impostadamente, publicando y obteniendo notoriedad.

Por estas redes, corrían un mar de frases más o menos ingeniosas que pretenden encapsular todo el universo filosófico en un puñado de palabras.

Ya se sabe, cuanto más rápido y mas sencillo, todo es mejor.

Lo cierto es que hubo una de esas frases que me gustó mucho, porque matizaba uno de esos eslogan infantilmente generalistas que tan poco dicen y tantas veces hemos visto usar en esta crisis.

El insulso slogan de ‘Todos estamos en el mismo barco’, se veía perfilado por la frase que hice mía de ‘No todos estamos en el mismo barco, si acaso en el mismo mar, aunque unos van en crucero, otros en velero, otros en lancha neumática y otros directamente a nado’, o algo parecido.

Me gustó porque empatiza con otras situaciones que no son las propias, ‘Yo soy yo y mis circunstancias’.

Enfrentarse al confinamiento, no ha sido lo mismo para todo el mundo.

 

En casa lo hemos comentado en numerosas ocasiones

Nosotros vivimos en un pueblo de unos 1.500 habitantes, en una casa unifamiliar con patio interior dónde hemos podido seguir haciendo nuestras barbacoitas al solecito.

Mi hija de 18 años tiene habitación propia, espaciosa y con conexión wifi.

María hace tiempo que se acondicionó un espacio del antiguo palomar, para poder pintar al óleo, actividad que le encanta.

Yo dispongo de despacho propio, un área de biblioteca y 2 pequeños comedores.

Respecto a lo económico,  no me puedo quejar, ya que si bien tras pasar los gastos (incluidos los 2 autónomos de cada uno), la cuenta (la única que tenemos) se ha quedó en 2.000€ negativos, hemos podido disponer de abundante comida para todo este tiempo.

 

Otras realidades de estos cincuenta días

No nos podemos imaginar lo que ha debido ser para familias con dos o tres niños pequeños, viviendo en pisos de 70m2, o sin dinero suficiente para comer, sin otro entretenimiento que la televisión (la habéis visto, todo el día hablando del maldito coronavirus), con familiares enfermos, incluso sabiendo morir a sus seres queridos sin poder ni despedirse.

Gente viviendo sola sin quererlo o gente queriendo vivir sola pero soportando un infierno junto a maltratadores de toda índole

Gente que durante el confinamiento directamente ha perdido su puesto de trabajo definitivamente, empresarios a los que les han anulado todos los pedidos que tenían antes del inicio de la crisis o aquellos que directamente saben que su negocio ahora ya es inviable.

Sanitarios enfermados por cuidar de otros y que en medio de la campaña son despedidos.

Miles de casos que no podemos llegar ni a sospechar lo cercano que los tenemos, menos si no somos capaces de empatizar, de esforzarnos mínimamente en ponernos en el pellejo de otros.

 

Lo visto en las redes

Las redes sociales, ente impersonal nutrido de nuestros vómitos, se ha mostrado como un ser despiadado dispuesto a juzgarnos a todos,  siempre bajo los parámetros más inamovibles y severos.

Esto está bien, aquello mal, pero nunca intentando averiguar porque este hizo esto o aquello otro, al contrario acuchillando despiadadamente cualquier disidencia que se pudiera atisbar.

 

No me lo hubiera imaginado, pero…

Yo personalmente durante estos días sufrí un brote de ansiedad que duró tres días.

Todo era oscuro y negativo.

No había ni salida ni solución al desastre que sobre mí se cernía.

Pasada esa pequeña crisis, pude atrapar para mí, la apreciación de cómo puede cambiar toda la realidad, simplemente cambiando el estado de ánimo.

Un pequeño traspiés de la fortaleza mental con la que te enfrentas a todo, de las expectativas frente al futuro, del cuan solo te encuentras o rico te sientes, y todo funde a negro.

 

Histeria colectiva

Hay tantos factores tangibles e intangibles que nos influyen, que intentar juzgar con una paleta de blanco y negro, es como poco, injusto.

La urgencia de algunos por abrir sus salones chocaba con las peticiones de precaución de otros y las lícitas peticiones de terceros.

Egos con sobredosis de esteroides enfrentados a otros que pretendían ayudar.

En este confinamiento espero que todos hayamos reservado un poco de tiempo para sacar enseñanzas personales, moralejas que nos ayuden salidos más o menos vivos, de todo esto.

 

La nueva era Post-Covid

Dicen que se acercan nuevos tiempos, tiempos  que ya han adoptado la resiliencia como nuevo paradigma, nuevo eslogan.

Me permito pedir que no olvidemos ese otro, algo en desuso ya, que es empatía, la capacidad de ponernos en la piel del otro.

Vamos a necesitar ambas en estos nuevos tiempos.

La primera para enfrentarnos a épocas en las que tendremos que funcionar de forma diferente.

La segunda, para definir cómo lo haremos, junto a cuantos caminaremos y sobre todo, cuan humanos pretendemos acabar siendo

 

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