Luego cuando la peluquería española empezó a despuntar, a nivel internacional, fueron apareciendo los EGOS, y ya nos vinimos arriba, cuando en realidad, la España mundana, seguía a su aire.
No supimos mirar más allá de nuestros ombligos, y nos creímos dioses.
No se supo trasladar esto al todo el sector para que creciera al mismo nivel y haber calado en la sociedad, como una profesión muy digna y valorada, y cobrando los precios que se deberían de cobrar por un servicio.